EL PATAGUAL / CORONEL / VALLE DE BÍO BÍO / CHILE
EL VINO NO ES SOLO VINO… EL VINO ES LA PLANTA Y LA CULTURA QUE ENVUELVE TODO ESTO
Roberto Henríquez es nativo de Concepción, capital de la Región de Bío Bío situada al sur de la de Ñuble, al norte de la de La Araucanía y al este del océano Pacífico. Roberto se formó al uso convencional como Ingeniero Agrónomo y Enólogo en la Universidad de Concepción y desde el año 2009 había estado trabajado en diversas bodegas; en Sudáfrica y Canadá se dio cuenta que la producción industrial no era su camino, lo entendió bien cuando trabajó con viñateros artesanales en Chile (Louis-Antoine Luyt) y de Francia (René Mosse). El en año 2015, con 29 años y con una buena experiencia en la elaboración de vino natural que le permitió desaprender la mayoría de lo aprendido en su formación universitaria, decidió poner en marcha su propia producción de vino en su región natal para crear vinos artesanales a partir de viñedos de cepas centenarias ubicados en la rivera sur del río Bío-Bío. Desde entonces ha vinificado donde ha podido en bodegas prestadas, pero esta reciente añada 2020 ha sido la primera que ha podido elaborar en su propia bodega.
Junto a Manuel Moraga, Mauricio González y Renán Cancino forman la Asociación de Productores de Vinos Tradicionales Campesinos de Chile (PVCh), creada en el año 2014 y dirigida por Macarena Lladser, sumiller, fotógrafa y gran defensora del vino natural de su país. El nexo en común de estos elaboradores es que recuperan viñedos centenarios y apoyan en esta recuperación también a familias tradicionales de viticultores, viñedos históricos de las regiones de la parte meridional del país, en el llamado Secano Interior o Costero. A partir de estas plantas reeditan los seculares y sencillos vinos «pipeños», los vinos “campesinos” como ellos dicen. Son vinos sin pretensiones pero siempre llenos de personalidad, origen, alma y territorio, vinos que se elaboran a partir de un cultivo tradicional y respetuoso de viejas vides de pie franco que son un importante e incalculable patrimonio agrícola en Chile y, en general, un regalo para la cultura del vino internacional.
.. este viñedo País se está recuperando después de 4 años de abandono. Mantener la Aradura en la ribera sur del Bío-Bío es difícil, son pocas las personas que sostienen los campos aquí. El desafío es preservar y lograr mantener lo que para muchos no vale nada, para mi es lo que da sentido y origen a nuestros vinos chilenos. 6.000 plantas de País de 200 años a recuperar, trabajando para ser un gran vino de territorio el otoño del 2019…
CHILE DE OESTE A ESTE – LAS CORDILLERAS
Las características fisiográficas de Chile son determinantes para sus cultivos ya que generan que sea un país aislado del resto del mundo de forma natural, un aislamiento muy beneficioso para el cultivo de la vid ya que ha permitido que la plaga de la filoxera nunca haya llegado. Esta geomorfología tan accidentada y con semejante orografía, no solo se da de norte a sur al ser un país que se extiende a lo largo de la costa del Pacífico de una manera muy estrecha con solamente una media de 100 kilómetros de ancho, desde los 17° hasta los 54° de latitud, una longitud impresionante que implica muy diversas condiciones climáticas desde cerca del Ecuador hasta casi la Antártida, sino que también se da en su relieve conformado por diferentes unidades geográficas que van de oeste a este, generando aún mayor diversidad de suelos y de climas:
En primer lugar estaría el Territorio anexo a la costa del Océano Pacífico por donde circula la fuerte influencia de la corriente de Humboldt, un litoral formado por las llamadas Planicies Litorales que están entre el Océano Pacífico por el oeste y la Cordillera de la Costa por el este, una Cordillera que se inicia al norte del país formando una cadena montañosa continua con diversas altitudes dependiendo de la latitud. Después, hacía el interior, hacia el este, estaría la llamada zona Entre Cordilleras, que está formada por una gran Depresión Intermedia que se extiende entre la Cordillera de la Costa por el oeste y la Cordillera de los Andes por el este, árida en el norte y más fértil en el área austral. Por último, estaría la zona de los Andes donde se sitúa la gran Cordillera de los Andes, que se extiende al este a lo largo de todo el país siendo la cordillera más larga del mundo, desde el desierto de Atacama del norte hasta el desierto del sur en la Patagonia, una Cordillera que define la geografía de Chile creando una frontera natural con Argentina.
EL SECANO INTERIOR – LA CORDILLERA DE LA COSTA Y LA CORDILLERA DE NAHUELBUTA
Para la vitivinicultura del sur, la del llamado Secano Interior chileno, la cadena de montañas próxima al litoral que conforma la Cordillera de la Costa es una unidad geológica muy importante que hace de esta demarcación un lugar diferente para el cultivo a las grandes planicies de suelos sedimentarios que predominan en las plantaciones de viña que existen en las zonas de Entre Cordilleras, especialmente al sur de la capital Santiago. En esta Cordillera de la Costa los suelos principales provienen de la meteorización de rocas ígneas y rocas metamórficas que coexiste con suelos de origen volcánico (un tipo de suelo llamado trumao), unos tipos de suelos que otorgan una definición estructural y una dimensión energética especial a los vinos que de ellos se extraen.
En esta parte del Sur del país este sistema montañoso vuelve a aumentar su altitud respecto a la que pierde en la Zona Central del país y existe una fracción montañosa con una altitud y singularidad suficiente como para conformar una montaña dentro de la Cordillera de la Costa llamada Cordillera de Nahuelbuta, “Puma Grande” en mapudungún, territorio por donde circula el río BíoBío, precioso lugar cubierto de humedales y bosques únicos de árboles nativos como araucarias, lengas, mañóis, coigues, álamos y robles. La Provincia de Concepción se sitúa en las estribaciones norte de estas montañas de Nahuelbuta.
LA OCTAVA REGIÓN DEL RÍO BÍO BÍO- CONCEPCIÓN – CORONEL – EL PATAGUAL
El Patagual, donde tiene su nueva bodega Roberto, está en la desembocadura del río Bío Bío, en la parte norte de las estribaciones de esta Cordillera de Nahuelbuta. Está cultivndo actualmente alrededor de 7 ha repartidas en diversas parcelas, la mayoría ubicadas en la rivera sur-oeste del río, en las estribaciones de la montaña, desde Santa Juana hasta Nacimiento. Otra pequeña parte en la costa del Valle del río Itata, en Portezuelo, Ñuble, algo más al Norte, cerca de Chillán. Estas parcelas están formadas principalmente por suelos de granito de origen intrusivo (magma solidificado lentamente) con gran cantidad de minerales (cuarzo rojo), con algunas partes de suelos metamórficos de pizarras y otras de suelos más arcillosos y arenosos de vega de río.
Esta zona de la Octava Región es un lugar que marca la verdadera transición hacia el profundo sur chileno, el Chile frío, un territorio que durante muchos años se ha considerado demasiado meridional para la viticultura por tener unas condiciones climáticas frías, pero que un largo pasado y, por suerte, también la actualidad con la actividad de pequeños viñadores como Roberto, demuestran que es un territorio único para el cultivo de la vitis vinífera.
LA CEPA PAÍS ES CULTURA, HISTORIA, TRADICIÓN Y EXPRESIÓN DE TERROIR CHILENO
La uva País es nuestra principal motivación, queremos perpetuar el trabajo de nuestros antepasados, que paradójicamente se encuentra en peligro de extinción. Larga Vida al País. La Tinta del Bío-bío, la más. La Variedad que encontró casa en América
La mayoría de las plantaciones en esta Región Sur son de la cepa País, que es la primera que llegó a América de la mano de los colonos españoles a mediados del siglo XVI junto a la Moscatel de Alejandría, dos variedades que son las precursoras de los viñedos en todo el Cono Sur.
Cuando los colonos llegaron se encontraron con gran variedad de vitis que pertenecían a las especies riparia, rupestris o labrusca, especies silvestres diferentes a las vitis viniferas europeas y que daban un fruto que generaba un sabor desagradable en los vinos. Por esta razón durante el siglo XVI los conquistadores y los misioneros españoles que colonizaban el llamado “nuevo mundo” introdujeron paulatinamente mediante esquejes o semillas las vides europeas, seguramente principalmente desde Islas Canarias y Andalucía. La producción se extendió y las exportaciones de vino chileno elaborados con estas variedades “criollas” eran ya muy importantes a mediados del siglo XVIII. Estas cepas de origen español eran las cepas más extendidas en Chile hasta mediados del siglo XIX, cuando a consecuencia del desarrollo y casuística de la industria de la minería que estaba estrechamente relacionada con Francia se generó una nueva mirada hacia un referente enológico francés de perfil bordelés que hizo que estas antiguas parras fueran menospreciadas y reemplazadas en las grandes plantaciones de las familias aristocráticas por variedades francesas como Cabernet Sauvignon, Merlot, Carmenere, Chardonnay o Semillon, unas variedades que se plantaron de forma extensiva en grandes planícies en las zonas más cálidas y fértiles al norte del país.
PIPEÑO, EL VERDADERO VINO LOCAL CHILENO
Tratar de que el vino que nace de esas parras sea lo más puro posible… de ahí parte todo… que la viña sea un vergel… que conviva todo lo que tiene que convivir ahí… hay que tener una visión de protección del suelo, las viñas con las que trabajamos llevan más de 200 años viviendo aquí… el vino acá es una joya, está lleno de historia… Itata, Bío Bío y todo lo que es el Secano Interior o Secano Costero…
La tradición rural y aislada que ha padecido la zona sur del país durante la creación de toda esta nueva escena en la industria enológica chilena de las regiones más norteñas, ha permitido, por suerte, que en la actualidad estas antiguas parras centenarias sin injertar se hayan conservado intactas y que sigan siendo las más extendidas en estos Valles de Itata y de Bío Bío, junto con otras variedades como Corinto (Chasselas) o Cariñena, y que, con ellas, estos pequeños viñateros pueden trabajar junto a las familias de los campesinos de siempre para volver a hacer del vino tradicional chileno, el Pipeño, un vino de calidad con el reconocimiento y la alegría que merece.
Los vinos que hacemos son hechos a pulso, son vinos de esfuerzo, de mucho brazo y espalda, así es la Variedad País, se muestra rústica al vivir, es dura. Sin embargo, creemos en la versatilidad de estas viejas parras, de los vinos que producen y de los sentidos que proponen, que es cautivante
MANTENER VIVA LA TRADICIÓN
Estas viejas cepas de pie franco desde siempre han estado cultivadas de forma tradicional, sin irrigación, sin productos químicos como fertilizantes o herbicidas, solo se da una mano de azufre por temporada, todo el trabajo se hace con las manos y con bueyes… un tipo de agricultura que sigue Roberto de forma respetuosa, como quien cuida y disfruta de algo muy valioso que no le pertenece…
En la bodega con la uva de gran calidad que consigue trabaja con los mismos sencillos y viejos métodos de vinificación que se han mantenido en las regiones campesinas, con un gran intervencionismo cognoscitivo y de sensibilidad, sin utilizar productos enológicos ni tecnología, de forma artesanal, con el uso de zarandas para el despalillado, pequeñas prensas verticales para realizar suaves prensados, fermentando los vinos en depósitos de concreto, de acero inoxidable, tinajas o grandes y viejas tinas de madera de raulí, los blancos con algo de maceración con las pieles, sin control de temperatura, con las levaduras nativas, criando los vinos en pipas de madera muy usada y embotellando los vinos sin clarificación, sin filtración y sin sulfuroso. PURA UVA.
Roberto está cultivando, recuperando y vinificando incansablemente diversas parcelas nuevas y poniendo en el mercado nuevos vinos ilusionantes, como la que tiene en ubicada en un lugar al lado del río en Nacimiento, un viñedo donde hay plantadas viejas cepas de 200 años de de uva País y una Blanca Vieja sobre suelo sedimentario arenoso de lecho de río. De ahí acaba de lanzar el mes pasado su primera producción de País Franco Arenas Negras 2019. También su Tierra de Pumas 2019, País centenario del viñedo inscrito número 77 en este Valle de Bío Bío y su Corinto Super Estrella 2017, la Chasselas chilena, ésta de un viñedo de unos 70 años, una variedad que él reivindica y protege ante el descrédito que padece.
LOS VINOS EN LA STORE
A La Store hace unos meses llegaron de nuevo algunos de sus vinos. La primera vez que importamos los vinos de Roberto a España fue en el año 2015, en la segunda importación que hacíamos desde Chile de estos vinos “pipeños” que nos habían puesto la carne de gallina. Desde que conocimos sus vinos, entendimos que su trabajo es de aquellos que te traspasan y te dejan vislumbrar todo el valor que tiene la vitivinicultura más ancestral chilena y la suerte que tenemos de que se conserve y podamos bebérnosla.
VINOS BLANCOS DEL VALLE DE ITATA
Rivera del Notro Blanco 2018 – es una mezcla de uvas Moscatel de Alejandría, Semillón y Corinto (el nombre chileno de Chasselas) que proceden de parras con un promedio de noventa años que crecen en una zona muy fresca del Valle de Itata. Las tres variedades diferentes se vinificaron por separado haciendo fermentaciones de las uvas enteras, que se dieron de forma espontánea con las levaduras nativas en pequeños depósitos de acero inoxidable sin control de temperatura. El vino permaneció en contacto con la piel durante tres meses. Es un vino blanco con una estructura crujiente y algo acerada, con una acidez alta y refrescante (12 % vol de alcohol) es perfumado y delicado, donde la variedad Muscat produce algunas bonitas fragancias varietales combinadas con intensas notas vegetales, de florales silvestres y especias. Sin añadidos en ningún momento de la vinificación, se embotelló sin clarificación, sin filtración y sin sulfuroso.
Roberto Henriquez Bio-Bio Molino del Ciego 2018 – este vino blanco está producido con uva de la variedad Semillón procedente de cepas de más de 100 años cultivadas en la región del río Itata. Es un blanco de 12,7 % vol de alcohol, elaborado con una maceración con las pieles de aproximadamente un mes, que se regala en boca con un cuerpo estructurado y algo acerado, de acidez vibrante refrescante, es aromático y profundo con aromas a hierbas, fruta blanca, cítricos y anís. Sin añadidos en ningún momento de la vinificación, se embotelló sin clarificación, sin filtración y sin sulfuroso.
VINOS TINTOS DEL VALLE DE BÍO BÍO
Rivera del Notro País 2018 – Está hecho con el mosto flor, lo que allí llaman el “vino de gota”, de la primera prensada conseguida a partir de un suave prensado. La uva proveniente parras situadas en la Comuna de Nacimiento, en el Valle de Catiray, tierra de los mapuches, en ladera oriental de las montañas de Nahuelbuta, a unos 400 metros de altitud, en la rivera occidental del río Bío Bío y sobre suelos de granito. El vino fermentó en lagares de madera de raulí y reposó unos pocos meses en pipas muy viejas. Sin añadidos en ningún momento de la vinificación, se embotelló sin clarificación, sin filtración y sin sulfuroso. Es un vino tinto precioso, sutil, profundo y delicado, de apenas 11 % de vol de alcohol.
Roberto Henriquez Bio-Bio Santa Cruz de Coya 2018 – este fantástico vino tinto está elaborado con uva País procedente de tres pequeños viñedos con cepas centenarias plantadas sobre suelos de granito en Santa Cruz de Coya, en un lugar elevado de la zona de Nacimiento entre árboles nativos y cerca de la confluencia de los ríos Bio-Bio y Laja, en el precioso Valle de Catiray. Son parcelas que habían estado abandonadas y que Roberto está recuperando desde hace apenas 3 años. Es un lugar remoto y aislado en el que las parras no sufren enfermedades que provengan de otros viñedos cercanos, por lo que Roberto aquí no ha de aplicar ningún tratamiento, tampoco sulfato de cobre. Las uvas fueron fermentadas en una gran tina de madera de raulí y el vino se mantuvo madurando en barriles viejos. Es un vino tinto de cuerpo delgado y textura suave, con apenas 11,1 % vol de alcohol es un vino conectado con el frío de la zona que se expresa con una refrescante acidez que lo hace ágil y vital. Se regala en un sinfín de matices aromáticos sutiles a frutas rojas silvestres, notas terrosas y de hojarasca, monte bajo y especias picantes. Sin añadidos en ningún momento de la vinificación, se embotelló sin clarificación, sin filtración y sin sulfuroso. Capas y capas sutiles de vino salvaje, autenticidad, territorio e historia.
¿hay algo, pregunto yo,
más noble que una botella
de vino bien conversado
entre dos almas gemelas?
el vino tiene un poder
que admira y que desconcierta
transmuta la nieve en fuego
y al fuego lo vuelve piedra.
el vino es todo, es el mar
las botas de veinte leguas
la alfombra mágica, el sol
el loro de siete lenguas.
algunos toman por sed
otros por olvidar deudas y yo por ver lagartijas
y sapos en las estrellas
Fragmento de “Coplas del vino” de Nicanor Parra
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